Martes , 27 Junio 2017
Tamboril de casa ajena

Tamboril de casa ajena

Cartagena de Indias ha sido el escenario de un acontecimiento que marcará el futuro de Colombia: “El Acuerdo de Paz.”  Más de 50 años de enfrentamiento se cierra gracias al dialogo, la generosidad, el arrepentimiento, el perdón y el homenaje a quiénes lo merecen.

La mesa de diálogo para el acuerdo de la paz estaba compuesta por los implicados en el proceso, a saber,  los mediadores, el Gobierno Colombiano, las FARC  y los afectados por todo ello, es decir las víctimas. Este proceso tendrá sus detractores y defensores como lo tienen todos los acuerdos y no es mi objetivo analizar en profundidad sus debilidades  fortalezas. Pero si lo es aseverar que para resolver  un conflicto es condición “sine qua non”, reconocer que existe.  Este ha sido el valor del Presidente Santos y de las FARC y es la cobardía del Gobierno Cubano.

Mi naturaleza femenina me hace ser  proclive a la mediación como sistema de resolución de conflictos, método muy alejado del uso de la fuerza, la intolerancia, y el abuso de poder. Las mujeres, madres y esposas, tienen esta cualidad innata que es la de conciliar la libertad individual de los miembros de una familia, con la exigencia del buen funcionamiento de la misma. Es decir compaginar libertad individual, respeto y autoridad.

Medio siglo de conflicto subyace en Cuba, cuyo Jefe de Estado, ha tenido un papel relevante en la reconciliación de las partes.  Alabo su implicación, pero es un hecho absolutamente “surrealista” que mientras aplaude el esfuerzo de los ajenos, su policía política reprime a la sociedad civil independiente, golpea a las Damas de Blanco todos los domingos, impide el acceso a la libre información y la libertad de expresión y pensamiento. Les niega el derecho a asociarse  y por supuesto en ningún caso sometería a la ratificación del pueblo ninguna decisión gubernamental.

Impasible acepta el beneplácito de la Comunidad Internacional por su participación activa en este proceso, mientras se acepta, se consiente la humillación de la población cubana.

Los cubanos nos merecemos y agradeceríamos que los esfuerzos de todos vayan dirigidos en la dirección, de sentarnos a todos en la misma mesa, en igualdad de condiciones  y ayudarnos a construir nuestro futuro en libertad, democracia y prosperidad.

 


 

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