El vicepresidente de la Internacional Democratacristiana habla sobre las principales propuestas de esta tendencia para los destinos de Cuba.
Medio siglo de monolitismo tiñó de un solo color las opciones políticas en Cuba. O se abrazaban las ideas del marxismo leninismo o se era un traidor a la patria. Tanto dentro como fuera de la Isla, siempre hubo hombres y mujeres que desde el propio 1959 creyeron que tendría que haber otros caminos. Entre esos cubanos que no aceptaron un molde único para su forma de pensar estuvo desde muy joven Andrés R. Hernández, quien se desempeña hoy como vicepresidente de la Internacional Democratacristiana. Al margen de un encuentro realizado en México, Hernández habló con 14ymedio sobre las principales propuestas de esta tendencia para los destinos de Cuba.
Pregunta. ¿Qué presencia tiene la Democracia Cristiana en la Cuba de hoy?
Respuesta. La Democracia Cristiana (DC), siendo un movimiento de ideas que postula una visión del hombre, la sociedad y el mundo inspirada en los principios y valores del humanismo cristiano, tiene una presencia múltiple y diversa en la Cuba de hoy. Antes de indicar como esta presencia se expresa en el caso cubano, creo que sería útil recordar que la DC a nivel mundial tiene dos dimensiones. Por una parte, es una tendencia política e ideológica con un fuerte arraigo en el mundo de la posguerra, donde partidos democratacristianos han jugado un papel protagónico en la construcción de la Unión Europea y en los procesos de transición a la democracia en América Latina. Por otra parte, la DC es una corriente filosófica que promueve una determinada concepción del mundo, de la sociedad y de las personas dentro de ella, basada en la doctrina social de la Iglesia católica y en otras fuentes contemporáneas del pensamiento cristiano protestante.
En el caso de Cuba, la presencia de la DC se expresa también de diferentes formas. Para empezar por lo más formal, podemos encontrar dos organizaciones políticas que son parte de la oposición pacífica al Gobierno cubano: el Movimiento Cristiano de Liberación (MCL) y el Proyecto Demócrata Cubano (PDC). Ambas organizaciones son miembros plenos de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), la federación regional de partidos políticos latinoamericanos de este signo ideológico.
Podemos igualmente encontrar en Cuba varios grupos e individuos, algunos vinculados de una forma u otra a la Iglesia católica, que en mi opinión reflejan de algún modo afinidad con el pensamiento democratacristiano. Estoy hablando de distintos grupos, como por ejemplo el equipo de trabajo de la revista digital Convivencia y también de los promotores del proyecto Cuba Posible. Aunque, por supuesto, sus objetivos y estrategias difieren considerablemente de la razón de ser y el quehacer del MCL y del PDC, en mi criterio comparten los mismos valores de inspiración cristiana y trabajan por construir mejores formas de convivencia social basada en esos principios para la Cuba del futuro, cada cual de acuerdo a su propia perspectiva y metodología. Esto es saludable, pues no todo el mundo tiene que seguir en democracia exactamente el mismo itinerario.
P. La Democracia Cristiana es una corriente con una gran diversidad. Algunos de sus miembros se acercan más a las plataformas liberales, otros más inclinados a políticas sociales. A su juicio, ¿cuál sería la DC que pudiera tener más aceptación en una Cuba futura?
R. Me atrevería a afirmar que todos los democratacristianos que he mencionado queremos la misma Cuba. Si somos fieles a nuestro pensamiento político, entonces queremos pleno respeto a un Estado de derecho, una democracia representativa y plural con elecciones libres, limpias, competitivas e informadas, un respeto absoluto a todos los derechos humanos, tanto los económicos y sociales como los políticos y civiles y la resolución pacífica de los conflictos.
En esta Cuba plural y diversa, diferentes corrientes políticas democráticas van a competir algún día por atraer el apoyo ciudadano y presentarán diferentes propuestas de gobierno y de cómo organizar la sociedad. Ahí, en ese marco abierto, amplio, democrático y pacífico vamos a participar socialdemócratas, liberales, conservadores y todos aquéllos que tengan un proyecto de nación que ofrecer.
Los democratacristianos, a diferencia de los colectivistas y socialistas del siglo XXI, vamos entonces a presentar nuestras propuestas de convertir al mercado en el principal instrumento de asignación de recursos y que este sea lo más competitivo y transparente posible. También los democratacristianos, a diferencia de los neoliberales de hoy en día, vamos a promover la construcción de un Estado que sea el principal garante del bien común, que respete los principios básicos de solidaridad humana y que esté dispuesto a corregir cuantas veces sea necesario las imperfecciones del mercado.
P. Se habla mucho ahora de la pérdida de valores en la ciudadanía y en particular en las nuevas generaciones. ¿Cómo se plantea la DC rescatar esos valores, sanar el llamado daño antropológico que padecemos?
R. Muy cierto. Ese es uno de los problemas más graves que tendrá que enfrentar nuestra nación en el futuro. La reconstrucción física de nuestra infraestructura, de los servicios públicos, incluso de las instituciones políticas, probablemente no requerirá un esfuerzo descomunal y podría alcanzarse en un relativo corto plazo. Pero lo que sí va a tomar más tiempo y esfuerzo será reconstruir la nacionalidad cubana, poder reconstruir valores éticos y cívicos.
La Democracia Cristiana puede contribuir al desarrollo de esta nueva cultura ciudadana asumiendo un rol en materia de educación y formación a partir de nuestros principios básicos. La DC entiende la sociedad como una comunidad de hombres libres que debe buscar el bien común. Creemos que es posible construir una sociedad que respete los derechos humanos del individuo y le permita alcanzar una plenitud espiritual y material.
Creemos igualmente que la persona humana se desarrolla integralmente en un medio social libre e igualitario y que el núcleo esencial de la sociedad es la familia; es en su seno y dentro del marco más amplio de la sociedad civil que el pleno desarrollo de la persona es posible, en la medida que imperen los principios de libertad, pluralismo, participación y respeto mutuo.
P. ¿Estamos hablando de alguna manera de “volver al pasado”?
R. No. Estamos hablando de algo novedoso. Sabemos que es parte de la narrativa oficial decir que cualquier cambio nos hará regresar al pasado, pero el pasado tenía sus luces y sus sombras. No era un pasado perfecto y la muestra de eso es que ocurrió la Revolución cubana.
La Cuba que queremos, la Cuba que visualizamos para el futuro, es muy diferente. Es una Cuba que debe aprender de los errores de su pasado, tanto del pasado más reciente como de su pasado republicano. En ese pasado reciente, se cometieron errores muy graves, muchos de los cuales no se han corregido en absoluto. Ya sabemos que la era de la República tampoco fue una época perfecta, pero no se puede negar que en esa etapa florecieron ciertos valores éticos y surgieron diferentes movimientos cívicos que ayudaron a crear una cultura para nuestra nación que sí tenía un cierto fundamento ético y moral y esto la hacía pujante y perfectible. Eso habrá que rescatarlo.
P. Siempre que se habla de conquistar las libertades económicas, civiles y políticas se advierte de que puede ponerse en riesgo la justicia social. ¿Cómo asume la DC esa dicotomía?
R. Eso también forma parte de la narrativa oficial para oponerse a los cambios que se proponen desde la oposición. Creer que hay que escoger entre una cosa y otra es una falsa disyuntiva. En nuestro caso, una parte esencial del pensamiento democratacristiano es precisamente el conjugar los valores de libertad con los valores de justicia social.
Creemos que es posible y deseable construir una nueva sociedad en Cuba donde se respeten los valores fundamentales de libertad para el pueblo al mismo tiempo que se tratan de salvar los llamados “logros revolucionarios”. Todo esto hay que hacerlo, sin embargo, dentro de un esquema de desarrollo sustentable, de manera que las conquistas sociales que se logren alcanzar se puedan mantener y mejorar en el tiempo y no dependan primordialmente de un subsidio extranjero.
Todos sabemos que los logros en materia de educación y salud pública, entre otros, que se cuentan entre los éxitos más reconocidos del Gobierno revolucionario cubano han sido posibles gracias en gran medida a enormes subsidios recibidos por décadas de la Unión Soviética primero y más tarde de la Venezuela chavista. El problema con este esquema es que los logros terminan erosionándose seriamente y se desmoronan al reducirse o desaparecer los subsidios extranjeros.
P. El debate nacional se centra ahora en las reformas implantadas por el presidente Raúl Castro para, según él, “actualizar el modelo” y en lo relacionado con el nuevo rumbo que toman las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. ¿Puede usted sintetizar su posición en esos puntos?
R. Nosotros estamos a favor del proceso de apertura y normalización de relaciones que han comenzado los dos países. Por décadas, lo hemos favorecido y también hemos estado fuertemente opuestos al embargo estadounidense, porque, desde el punto de vista de la ética cristiana, castiga a los más indefensos y, desde una perspectiva política, lo ha usado el Gobierno cubano para justificar sus fracasos y jugar el papel de víctima ante la comunidad internacional.
En cuanto a las reformas en el modelo iniciadas por el Gobierno de Raúl Castro, estamos muy a favor. Son necesarias pero no suficientes. De ahí hay que partir para reformas más profundas, más significativas que nos ayuden a construir una Cuba mejor, una Cuba plural y democrática para todos los cubanos.
Tomado de www.14ymedio.com
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