Martes , 27 Junio 2017

Las revoluciones devoran a sus hijos

Bajo el calificativo de “Revolución” la Historia humana atesora un cúmulo de amargas experiencias, sufrimientos y puro atraso de todo tipo. Y es que desde el legado de la madre de todas las revoluciones, la francesa de 1789, lo que han esparcido donde quiera que se han dado es una réplica de similares consecuencias. Claro, hay sus salvedades como fue el proceso revolucionario y de independencia estadounidense, conocido como “Revolución de las 13 Colonias”, que trajo en 1776 la separación de las colonias británicas de Norteamérica de su metrópolis, Reino Unido, logrando el surgimiento de los EUA.

La vanguardia revolucionaria de los jacobinos franceses, con el liderazgo de Maximilien Robespierre (el incorruptible), instauró el Terror como política de Estado. Este recurso consiste en dar rienda suelta a la persecución política, la violencia y represión brutal, con el fin de la salvaguarda del proceso revolucionario. Algo así como utilizar todos los recursos del Estado, entre ellos las fuerzas del orden interior, el ejército, la legislatura, los recursos económicos y hasta la madre de los tomates, para someter y controlar a las “masas” en el cumplimiento irrestricto de la voluntad de los gobernantes.

Fue Robespierre quien implantó el uso de la guillotina para hacer correr ríos de sangre de miles de sus compatriotas. Primero mandó a cortar la cabeza de los enemigos “contrarrevolucionarios”. Luego la de aristócratas, clérigos, extremistas, moderados, hasta llegar a cualquiera que pudiera suponer una amenaza o preocupación. Fue tal la paranoia y los asesinatos a la ligera, que terminaron por conducir a la propia muerte de Robespierre en la guillotina a la que había enviado a decenas de miles de condenados.

La revolución soviética de Vladimir I. Lenin, la china de Mao Zedong, la vietnamita de Ho Chí Minh, la coreana de Kim Il Sung, las revoluciones africanas, las de Europa del Este… Todas y cada una han terminado implantando el reino del terror. No cuentan con otros mecanismos, más allá de la demagogia.

Por estos días se reconfirma que el ciclo se repite hasta la saciedad. Sólo hay que observar cómo en la medida que se desmoronan ante la grave crisis que los empuja a la implosión, la revolución bolivariana de Hugo Chávez, liderada por su sustituto Nicolás Maduro, y la revolución castrista de Fidel Castro, guiada por su hermano Raúl, se aferran al poder apelando cada vez más a la represión y la implantación del miedo y la parálisis popular mediante acciones que califican como terrorismo de Estado.

Estos anti capitalistas “defensores” del pueblo, intentan acallar a los inconformes mediante los encarcelamientos políticos, las golpizas utilizando turbas enardecidas, y la vigilancia, amenazas y asedio a sus opositores. Lo bueno es que, como demuestran los antecedentes, hoy la guillotina rueda las cabezas del bando victimado pero mañana cortará la de ellos. No tendrán escape.

Miami, Florida. 9 de Marzo de 2016


 

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