¿Qué debo hacer? Es la pregunta que nos hace Nevelis Extremera Massó, madre soltera de una niña de 4 años. Está desempleada, a pesar de tener dos carreras, es técnica en agronomía y licenciada en sociología, pero ser graduada del nivel superior no le ha servido de nada. A sus 39 años, no tiene expectativas claras de su vida, ni ninguna entrada económica. Está desesperada.
Su vida ha estado enmarcada por una familia disfuncional. Abandonada por su madre alcohólica, fue criada por su abuela paterna, en el humilde barrio del Nuevo Vista Alegre en Santiago de Cuba. Supo imponerse a su marco familiar, creció entre las constantes borracheras de sus tíos y abuela, creyó que los estudios serían su tabla de salvación para salir de la miseria de su hogar. Tenía fe en el slogan del gobierno: “La revolución no abandonará a ninguno de sus hijos”.
Ahora sus valores revolucionarios se tambalean. ¿Dónde quedó la indulgente revolución de los pobres?, se pregunta. Fue despedida injustificadamente de su puesto en el departamento de sociología del Hospital Oncológico de la ciudad, todos allí sabían de su precaria situación económica, que ella era el único sostén de su abuela ya enferma, pero tenían que cumplirse las normativas de reducción de plantillas del gobierno, ella era prescindible.
Así comenzó su avatar en las instituciones sociales en busca de ayuda para su abuela postrada y su niña, después de afrontar los prejuicios de trabajadores sociales que no querían darle una pensión al considerar que su abuela, por se alcohólica, no la merecía. A ellos no les importaba su cirrosis hepática y su neumonía.
Tras muchas gestiones le fueron otorgados 170 pesos que le alcanzaban para mal vivir, pero necesarios para afrontar la avalancha de medicamentos de su abuela, pero insuficientes para remendar su casa que se cae a pedazos por los destrozos del huracán Sandy. Finalmente, después de tres años de agonía, su abuela Juana Massó falleció, y con ello le fue retirada la pensión bajo el argumento de que ella podía trabajar.
Nevelis comenzó entonces un nuevo vía crucis, está inscripta en el ministerio de trabajo desde hace cuatro años, pero no le ofertan nada. Sus cualificaciones profesionales no le sirven. Ahora también se enfrenta a una posible pérdida de su casa en franco peligro de derrumbe si no se toman medidas urgentes para su reparación.
Hasta ahora no le fue entregado ninguno de los materiales que le prometieron para arreglar su casa, la lentitud de estas entregas afecta todavía al 50 porciento de los afectados por el huracán Sandy en 2012, según cifras del gobierno, hecho que la corrupción empeora con el desvío hacia el mercado negro.
A esto se le añade la burocrática lentitud del cambio de propiedad a su nombre, es una maquinaria que solo se engrasa a base de dinero, el cual ella no tiene. El decreto ley 288, varias resoluciones ministeriales y la ley general de vivienda establecen su derecho a heredar el inmueble, pero el gobierno y los empleados de este ministerio no se dignan a atender su caso.
Para evitar que la casa se le venga encima, Nevelis ha comenzado los remiendos con la ayuda caritativa de familiares y amigos. Ruega y recoge sobrantes de materiales: media bolsa de cemento por aquí y una tabla por allá. Ha logrado evitar que no le caiga encima… por ahora, pero es cuestión de tiempo para la tragedia.
La revolución por los humildes y para los humildes hoy es un slogan, para Nevelis solo son palabras vacías, a ella la piedad no le ha tocado.