Martes , 27 Junio 2017
La  cara oculta de la sociedad

La  cara oculta de la sociedad

En total abandono, con la desesperanza traducida en hambre y miseria, sobrevive en su humilde choza de costanera y piso de tierra, la anciana Cruz García Rodríguez de 73 años de edad.

Para esta mujer la vida es más dura, que para el resto de sus vecinos de la zona más  marginal del barrio de Florat, en la ciudad de Camagüey; ella comparte sus vicisitudes con su hijo de 37 años Noel Ruiz García, quien padece de un Síndrome de Down severo. No se vale por sus propios medios, requiere de ayuda  para  suplir las  elementales necesidades en un ser humano. 

Aunque parezca insólito, el régimen le ha retirado a esta señora –con macabra alevosía- una mínima chequera que tenía asignada der 60 pesos moneda nacional (cup) mensuales. A pesar de que “esta es la Revolución por los humildes y para los humildes”.

Cruz vive en la calle José Miguel Gómez # 590e entre 2da  y 4ta paralela. Frente a su hogar de techo de tejas de cartón negras, pasa una zanja de desechos sólidos -pues no existe alcantarillado- que se desborda cuando llueve y penetra en la vivienda, formando en el piso de tierra una costra de suciedad (heces fecales humanas y de animales); pero además se convierte un foco de infección, y se demora varios días en secarse.

La humedad, que ya de por sí todos diaria es nociva, aumenta en días lluviosos y en el momento de realizar la pequeña entrevista,  la señora apenas podía hablar por la afección en la garganta. No obstante dijo: “No tengo ropas, ni comida para mi hijo, ni siquiera un tanque para almacenar agua, he ido a varios lugares a pedir ayuda, pero me dicen que no hay recursos…”

Le pregunté  por qué no iba asistía a un comedor comunitario y la respuesta fue triste: “No tengo los 5 pesos diarios que se necesitan para pagar las comidas, porque no son gratis, y tuve que dejar; cuando conseguí los recursos para poder acudir otra vez,  ya me habían dado  baja.”

El hijo discapacitado de Cruz duerme en una camita personal sin colchón,  sólo trapos viejos y papel lo aíslan del frío hierro. Como escaparate tiene una tela de mosquitero, que cubre las pocas ropas y solo sirve para protegerlas quizás de las miradas indiscretas. No tienen refrigerador, ni muebles.

A pesar de haber visto otros casos iguales o parecidos, publicados en internet, que sacan a la luz la realidad de cómo vive una parte considerable del pueblo cubano, mientras un grupo goza de privilegios y saquea el país; describir las penurias de esta mujer y su hijo con palabras, no implica poder tomar conciencia de la forma dolorosa en que viven.

El decoro de cientos de miles de ciudadanos cubanos se ha perdido devorado por la paupérrima situación que presentan en sus vidas. La nación llora ante tanta desgracia, tener a Cuba en esta situación, en la que se producen crímenes contra la humanidad, resulta para muchos insostenible.

Colaboración: Maikel López Sotomayor  

Camagüey 6 de marzo de 2015.


 

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