Martes , 27 Junio 2017

Hablando con Flavia Freidenberg sobre la transición cubana

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Flavia Freidenberg. (B. GONZALEZ ARENAS)

Flavia Freidenberg es miembro del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su vida académica comenzó en Argentina, su país natal, y continuó en la Universidad de Salamanca, España, donde dirigió el Instituto de Iberoamérica.

Flavia Freidenberg accedió a conversar sobre los escenarios presumibles en la transformación institucional del sistema político cubano luego de conocer detalles de la campaña #Otro18 y la promoción de los derechos políticos en Cuba.

Para alguien que estudia con detenimiento los procesos políticos en América Latina, su evolución histórica y sus desafíos recientes, las interrogantes sobre Cuba están en torno a las condiciones en las que se da el actual proceso político en la Isla, el papel de la oposición en el mismo y el análisis de las estrategias que la sociedad civil y los grupos de oposición deberían desarrollar para impulsar y acompañar el necesario proceso  de democratización.

En Cuba se creó un sistema de poder cuya finalidad era mantener a Fidel Castro al frente del Estado por toda su vida. Ese sistema progresó hacia una concentración absoluta de poder.  Ahora te pregunto: ¿tal sistema debería entrar en transición, de manera obligada, una vez que Fidel Castro lo abandona? Y de ser así, si tú fueras llamada por el Estado cubano o por una organización de la sociedad civil a observar y aconsejar la transición cubana, qué pudieras decir.

La experiencia de América Latina en materia de transiciones a la democracia ha sido muy prolífica a partir de 1978 y ha habido diversos tipos de modelos. El abandono del poder por parte del líder carismático que ha controlado el régimen puede llevar a una transición, pero puede no darse, como ocurrió en el caso cubano, donde se creó un sistema exitoso de sucesión familiar.

En la región, la mayoría de las transiciones fueron conducidas por las elites que controlaban el régimen político anterior. Y esta experiencia no tiene por qué ser distinta en la Isla. Eso quiere decir que lo primero que trataría es hacer entender al líder o a la coalición gobernante del gobierno autoritario el papel (y la importancia) que tiene en esta apertura y la importancia de que esa apertura sea lo más legítima posible. Que cuente con la participación de todos los actores posibles, para que sea una transición incluyente.

Ninguna transición en América Latina se dio exclusivamente por la movilización de la sociedad civil, pero eso no quiere decir que la ciudadanía no tenga que estar en ese proceso. La comunidad internacional siempre tiene algún grado de influencia en los procesos de transición. En alguno de ellos esa influencia es muy importante, pero al menos en América Latina, la mayoría de los países llegó a la democracia por decisión de las elites gobernantes, muchas veces incluso presionada desde fuera o por desgaste de esa elite y conflictos entre los que gobiernan.

En el caso de los países de Centroamérica como El Salvador, la transición se produjo porque había guerras civiles muy fuertes sin vencedor claro y entonces hubo que ayudarles a negociar, a celebrar un pacto entre las partes que no se ponían solas de acuerdo. Ahí el papel de la comunidad internacional, de la Internacional Socialista, de Costa Rica, incluso del expresidente español Felipe González, fue muy importante. Finalmente, en algunas situaciones muy dramáticas, la transición llegó por el “colapso” del régimen autoritario. Un ejemplo claro fue el proceso de cambio en Argentina después de las Malvinas.

Lo que uno ve de Cuba desde aquí, por la información que uno tiene, es que esta va a ser una transición tutelada por el régimen político anterior. Y que los márgenes, los espacios de apertura, van a estar controlados desde esa elite. Si esto fuera así, Cuba necesitará de todos los esfuerzos posibles y toda la capacidad de innovación y creatividad posible entre los propios cubanos, del Gobierno y de la oposición, para dar un paso importante y significativo hacia la instalación de un régimen democrático. Para ello, se requiere que la oposición encuentre puntos en común que les permita jugar un papel significativo.

Los escenarios que planteas se ajustan bastante a lo que estamos viendo en la Cuba de hoy: la presión internacional, la inevitable tensión interna de la elite partidista y estatal, se notan también algunos síntomas de desmoronamiento social y estatal. En ese escenario, qué papel adjudicas a la oposición política, como puede servir mejor en la transición que se dibuja en Cuba hoy.

Yo creo que la transición va a ser desde el Estado. En estos momentos el régimen cubano controla el Estado además del Gobierno. Normalmente en las democracias está el Estado y lo que cambia es el Gobierno. Lo mejor que le puede pasar al régimen cubano para sus planes de transición es tener una oposición fragmentada, dispersa, desunida y sin visión de futuro. No lo digo por el régimen actual en especial, lo digo porque eso es lo que enseña la experiencia comparada: cuanto más desunida y fragmentada esté la oposición, más sencillo es para el Gobierno autoritario imponer sus reglas, sus tiempos y sus condiciones.

En el escenario actual la oposición debería articular a individuos diferentes, que han pasado por experiencias muy distintas, para conseguir que el Gobierno autoritario encuentre enfrente de él un conjunto de personas unidas.  Se trata de “coser” historias muy diversas que solo tienen en común, posiblemente, la urgente necesidad de una apertura democrática.

Ninguna transición en América Latina se dio exclusivamente por la movilización de la sociedad civil, pero eso no quiere decir que la ciudadanía no tenga que estar en ese proceso. La comunidad internacional siempre tiene algún grado de influencia en los procesos de transición. En alguno de ellos esa influencia es muy importante, pero al menos en América Latina, la mayoría de los países llegó a la democracia por decisión de las elites gobernantes, muchas veces incluso presionada desde fuera o por desgaste de esa elite y conflictos entre los que gobiernan.

En el caso de los países de Centroamérica como El Salvador, la transición se produjo porque había guerras civiles muy fuertes sin vencedor claro y entonces hubo que ayudarles a negociar, a celebrar un pacto entre las partes que no se ponían solas de acuerdo. Ahí el papel de la comunidad internacional, de la Internacional Socialista, de Costa Rica, incluso del expresidente español Felipe González, fue muy importante. Finalmente, en algunas situaciones muy dramáticas, la transición llegó por el “colapso” del régimen autoritario. Un ejemplo claro fue el proceso de cambio en Argentina después de las Malvinas.

Lo que uno ve de Cuba desde aquí, por la información que uno tiene, es que esta va a ser una transición tutelada por el régimen político anterior. Y que los márgenes, los espacios de apertura, van a estar controlados desde esa elite. Si esto fuera así, Cuba necesitará de todos los esfuerzos posibles y toda la capacidad de innovación y creatividad posible entre los propios cubanos, del Gobierno y de la oposición, para dar un paso importante y significativo hacia la instalación de un régimen democrático. Para ello, se requiere que la oposición encuentre puntos en común que les permita jugar un papel significativo.

Los escenarios que planteas se ajustan bastante a lo que estamos viendo en la Cuba de hoy: la presión internacional, la inevitable tensión interna de la elite partidista y estatal, se notan también algunos síntomas de desmoronamiento social y estatal. En ese escenario, qué papel adjudicas a la oposición política, como puede servir mejor en la transición que se dibuja en Cuba hoy.

Yo creo que la transición va a ser desde el Estado. En estos momentos el régimen cubano controla el Estado además del Gobierno. Normalmente en las democracias está el Estado y lo que cambia es el Gobierno. Lo mejor que le puede pasar al régimen cubano para sus planes de transición es tener una oposición fragmentada, dispersa, desunida y sin visión de futuro. No lo digo por el régimen actual en especial, lo digo porque eso es lo que enseña la experiencia comparada: cuanto más desunida y fragmentada esté la oposición, más sencillo es para el Gobierno autoritario imponer sus reglas, sus tiempos y sus condiciones.

En el escenario actual la oposición debería articular a individuos diferentes, que han pasado por experiencias muy distintas, para conseguir que el Gobierno autoritario encuentre enfrente de él un conjunto de personas unidas.  Se trata de “coser” historias muy diversas que solo tienen en común, posiblemente, la urgente necesidad de una apertura democrática.

“Coser” a la oposición es lo más difícil en todo proceso de transición. Los regímenes autoritarios, y más los totalitarios, destruyen los vínculos sociales, no de la oposición, sino de toda la sociedad, y la oposición tiene que superar ese obstáculo. Encontrar ideas concretas sobre las cuales estructurar la cooperación de la oposición, en algunos aspectos puede ser difícil, pero en otros no lo es tanto. La oposición tiene un capital que no es para nada despreciable, que es que demanda la libertad. No puede haber un régimen hoy en América que no permita la libertad de su gente, que no permita ejercer sus derechos a expresarse libremente, que quiera continuar cercenando el pluralismo. La libertad es un valor indiscutible y este es un valor que está del lado de la oposición y, sin dudas, es un valor aglutinante.

Si no hay un líder en este momento que articule a la mayoría de los sectores de oposición, pues entonces esta oposición debería pensar en hacer una Mesa de Unidad, una concertación amplia, como ha hecho recientemente la oposición en Venezuela.

El otro aspecto esencial para la oposición está en la naturaleza misma de la transición, sus características y sus límites temporales. Todo proceso de transición es un proceso dotado de incertidumbre, donde no se conoce bien qué se puede hacer y qué no se puede hacer; quienes quieren mayor democracia y quiénes no; qué intereses defiende cada uno. Lo interesante es que este tipo de proceso da cuenta de que lo que antes se hacía de un modo ya no funciona y se buscan nuevas formas, porque ahora se pueden hacer cosas que antes no se podían hacer.

La cuestión está en que la transición no puede ser eterna, no podemos vivir cien años en transición, porque la gente necesita certidumbre. ¿Cuándo termina la transición? Cuando haces elecciones competitivas, libres y justas. ¿Cuál es el horizonte de la oposición o cuál debería ser su principal demanda? Elecciones competitivas, libres y justas. Mientras no haya elecciones donde todo el que quiera competir pueda hacerlo y donde todo el que quiera decir algo pueda hacerlo en igualdad de condiciones, no va a terminar la transición y no va a haber cambio político democrático.

Diversos actores de la oposición cubana tienen cierta voluntad de participar del proceso político, aun siendo un proceso blindado a la participación. A eso se suma que Raúl Castro ha anunciado que en 2018, con cerca de 90 años, abandonará el poder. En este ambiente, un grupo de organizaciones políticas nos hemos reunido en torno a la consigna “Otro 18”, precisamente para buscar que ese cambio de líder no sea una renovación del Gobierno autoritario, sino una renovación del sistema político cubano en clave democrática.

Dentro de la campaña “Otro 18” incluimos la demanda de elecciones directas del presidente y el vicepresidente del país, la existencia de un órgano electoral independiente y permanente, y exigimos la participación plural de la sociedad. ¿Qué piensas de este camino que hemos asumido?

Ninguna de las dos primeras son condiciones necesarias para llegar a la democracia. Tú puedes hacer elecciones y que el órgano que realiza la elección sea el Gobierno. Eso es lo que ocurre en Argentina, o en España, no necesitas un órgano electoral permanente para tener democracia. Cada sociedad requiere, en determinado momento, una serie de medidas que otras sociedades no necesariamente requieren.

Tampoco es necesario tener elección directa a presidente y vicepresidente para tener democracia. En España no es directa la elección de presidente y vicepresidente, lo elige el Congreso. Y nadie diría que las elecciones en España no son confiables, no son libres o no son justas. Pero por ejemplo, en Brasil, en 1985, un movimiento social muy fuerte, liderado por mucha gente, entre ellos Lula da Silva, el movimiento Direitas ja, salió a la calle demandando elecciones directas. Entonces, en ese momento, para esa circunstancia, era importante tener elecciones directas para que la ciudadanía creyera en esa democracia. Puede ser que en Cuba, por una cuestión de legitimidad, sí se necesite tener una elección directa para generar mayor aceptación de esa elección y para abonar el camino hacia la democracia.

Ahora, la tercera condición es básica. No puedes tener elecciones libres y justas si hay sectores de la sociedad que no pueden participar libremente y si no hay pluralismo político ilimitado.  Si no hay libre circulación de la información, si el derecho a ser candidatos es para unos solos, si el derecho de votar y ser votado es solo para unos pocos y si no hay competencia entre los diferentes grupos que quieren acceder al poder, pues entonces no hay oportunidad para la democracia.

La democracia es un derecho de cada uno de los ciudadanos latinoamericanos. Debería ser evidente para todos y debería ser exigido por todos, sean del país que sean.

Para muchas personas la democracia no es perfecta, pero lo que demostró el siglo XX es que lo que es brutalmente imperfecto es aquello que no sea democracia.

Coincido plenamente contigo. Los que hemos vivido en dictadura, yo lo he hecho en Argentina, sabemos perfectamente que no hay alternativa a la democracia. En la democracia entra todo. Fuera de la democracia para mí no hay espacio para nada. Lo que hay que entender es que la democracia es la vida. Esa es la diferencia. La diferencia entre un régimen democrático y otra cosa, es que el régimen democrático respeta la vida.

Por eso es tan importante el discurso de derechos humanos asociado a la democracia. En muchos países de América Latina, por ejemplo, los derechos de las mujeres, de igualdad sustantiva, se tuvieron que hacer a través de los derechos humanos.

Hubo que hacerlos entrar incluso por controles de convencionalidad como la Comisión Interamericana. El tratado interamericano tal decía que eran un derecho humano, entonces hubo que obligar al Estado de cada uno de los países a reconocer a ese derecho como un derecho humano. Cosas tan obvias, como que las mujeres y los hombres somos iguales, no estaba aprendido en la sociedad. Para mí no hay democracia sin mujeres. No hay democracia sin indígenas, si es que es una sociedad plural y con presencia indígena representativa. No hay democracia sin negros, si es que esa sociedad tiene afrodescendientes. Para mí una democracia no lo es si su sociedad no se ve incluida en las instituciones representativas del sistema político.

Te parece entonces que el papel de los organismos internacionales respecto de la instrumentación de estas formas de democracia que tenemos en América Latina, ha sido muy importante.

Ha sido muy importante y ha permitido a muchos sectores de nuestros países hacer reconocer derechos que de otra manera no se reconocían. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha sido básica. Todo el sistema interamericano de derechos humanos ha sido central para la democratización, así como también la presencia de movimientos sociales que presionaron por el reconocimiento de ciertos derechos (como en el caso de Brasil o en el de México).

Tú puedes tener elecciones, incluso democráticas, y no tener Estado de derecho. Puedes tener elecciones competitivas, libres y justas, y que no haya mujeres en los cargos de representación popular. Y si esto no sucede naturalmente, el Estado tiene que generar condiciones para mejorar la equidad de la competencia y la representación de la sociedad.

¿Podría decirse que estamos en una nueva etapa de la democracia?

Totalmente. Los latinoamericanos hemos aprendidos a vivir en democracia y no nos conformamos con sistemas incompletos. Queremos más y buscamos a través de diversas vías pacíficas, a través del conocimiento, del diálogo y la cooperación, profundizar en la democratización de las democracias.

Tomado de diariodecuba.com

 


 

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