Para nadie es un secreto que la inmensa mayoría de las familias cubanas, trata de sobrevivir con los escasos productos que vende el régimen a través de la libreta de racionamiento. El pan que se distribuye a cada persona mediante esta cartilla, se vende cada día en el tamaño de una ración, la que varía en peso y calidad en el transcurso de la semana.
Los consumidores conocen que ese pan se encuentra en mal estado, la mayoría de las veces, ácido y sin el peso establecido. Las personas que trabajan elaborando este indispensable alimento, violan las normas técnicas para que el pan salga con calidad; porque al igual que una gran mayoría de los cubanos, comercializan las materias primas en la bolsa negra.
La familia cubana promedio -que trabaja por míseros salarios- no puede cubrir ni siquiera sus primeras necesidades, por lo que depende de ese pan para desayunar, con café, unos pocos días del mes y con agua con azúcar en las otras ocasiones o para dárselo a sus hijos para que merienden en sus escuelas. También se utiliza para cuando los niños regresan del colegio por la tarde, como un paliativo para que entretengan su estómago hasta que se resuelva qué cocinar. En la mayoría de los hogares, las personas mayores no comen pan, no porque no les guste, sino porque se lo dejan a los menores de la casa para calmar el hambre.
El pan que se comercializa por la red de distribución de productos normados, tiene un precio de cinco centavos (moneda nacional), dan acceso a comprar uno por persona. A los responsables de controlar la venta de este producto, no les interesa que tenga calidad, quienes lo consumen son los cubanos de a pie, los que trabajan.
Con un poco de mejor calidad, pero a precios inalcanzables para el bolsillo de muchos ciudadanos, se comercializa -de forma liberada- el pan de las llamadas Cadenas Alimenticias, los precios según la forma y tamaño oscilan entre 5 y 10 pesos (moneda nacional); pero para la inmensa mayoría de las familias trabajadoras es una cantidad de dinero inalcanzable para poder comprar de forma diaria, porque en algunos casos es equivalente a toda una jornada laboral. Ni qué decir de las personas jubiladas o que reciben algún amparo de la Seguridad Social.
Está el llamado desmayado, que no tiene mucha calidad, es lo que se llama un pan suave, pero es más barato, se puede adquirir al precio de 2 pesos (moneda nacional)
También hay panaderías que venden el pan en CUC (peso convertible); la red estatal que se dedica a este tipo de comercialización se conoce de forma popular como “Pan de París”. Peo lo que se oferta en estos establecimientos, tanto de dulces como panes tiene precios que jamás un trabajador, con su salario, podrá adquirir.
Se conoce bien que ingerir pan sube la presión a los hipertensos; produce hipoglucemia a los diabéticos; y en general es dañino y perjudicial para la salud de muchas personas, porque incluso engorda; pero los que vivimos en la isla, no podemos dejar de comerlo -no por ignorancia- sino por la necesidad de calmar el hambre.
La Habana, junio de 2017