Meditando sobre el problema de Cuba, sobre la encrucijada en que se encuentra, entre aferrarse a la presente ruina material y moral sin ninguna esperanza de un futuro mejor u optar por una apertura política y económica que sitúe a nuestra patria en el concierto de las naciones prósperas y modernas, proporcionando la mayor suma de felicidad a sus ciudadanos, tuve una epifanía, la visión de una refulgente estrella de plata en un firmamento cargado de muchos astros. Por instantes no comprendí la metáfora hasta que recordé que la estrella solitaria de nuestra bandera cubana es en realidad una estrella de plata, el símbolo de Cuba, estrella que ya no está solitaria en el mundo globalizado en que vivimos.
La profunda crisis en que nos encontramos fruto de los casi 60 de desgobierno del régimen seudosocialista, es antagónica con el pensamiento libertario y democrático de nuestros padres fundadores. Sobre ello se puede escribir mucho pero baste recordar algunos pasajes reveladores:
Así el bayardo Ignacio Agramonte se pronunció en la Universidad de La Habana durante las llamadas sabatinas en 1862 a sólo 15 años de publicación del manifiesto comunista de Carlos Marx…”La centralización hace desaparecer ese individualismo, cuya conservación hemos sostenido como necesaria a la sociedad. De allí al comunismo no hay más que un paso: se comienza por declarar impotente al individuo y se concluye por justificar la intervención de la sociedad en su acción, destruyendo la libertad, sujetando sus pensamientos, sus más íntimas afecciones, sus necesidades, sus acciones todas….el gobierno que con una centralización absoluta destruya ese franco desarrollo de la acción individual, y detenga la sociedad en su desenvolvimiento progresivo, no se funda en la justicia y en la razón, sino tan sólo en la fuerza; ya el Estado que tal fundamento tenga, podrá en un momento de energía anunciarse al mundo como estable e imperecedero, pero tarde o temprano, cuando los hombres, conociendo sus derechos violados, se propongan reivindicarlos, oirá el estruendo de cañón anunciarle que cesó su letal dominación”.
También el héroe nacional cubano José Martí se pronunció repetidamente sobre Carlos Marx, el socialismo y el comunismo, según se recoge en el tomo 17 de sus obras completas:
“Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos que, para ir levantándose en el mundo, empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados…”
Sobre la muerte de Carlos Marx refirió Martí: “Como se puso del lado de los débiles, merece honor. Pero no hace bien el que señala el daño, y arde en ansias generosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio blando al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres. Indigna el forzoso abestiamiento de unos hombres en provecho de otros. Más se ha de hallar salida a la indignación, de modo que la bestia cese, sin que se desborde, y espante.”
Por si todo lo anterior fuera poco Martí en el número de abril del Mensuario Ciencia Popular dijo en su ensayo sobre el pensador Herbert Spencer: “Herbert Spencer quiere enseñar cómo se va, por la excesiva protección de los pobres, a un estado socialista que sería a poco un Estado corrompido, y luego un Estado tiránico”. Y añade en el propio ensayo: “Teme Spencer, no sin fundamento, que al llegar a ser tan varia, activa y dominante la acción del Estado, habría éste de imponer considerables cargas a la parte de la nación trabajadora en provecho de la parte páupera… Con cada nueva función [del Estado] vendría nueva casta de funcionarios… De ser siervo de sí mismo pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él y en ese sistema socialista dominaría la comunidad al hombre.”
Sí, en Cuba cada vez más los jóvenes ponen sus esperanzas de una vida mejor abandonando la tierra que los vio nacer, sin que las estadísticas puedan medir adecuadamente esta creciente tendencia. El gobierno solo ofrece una consigna, luchar, resistir y vencer, aunque en realidad vencer sólo signifique la prolongación del régimen de capitalismo de estado. Este estribillo repetido una y otra vez durante casi 60 años ya no convence a nadie. La masa crítica de los desencantados del cuento de hadas de la revolución cubana crece indetenible hasta que ocurran los cambios que han de venir y todos los cubanos apoyemos el renacimiento de la nación para ocupar el lugar que nos corresponde en el concierto de la humanidad.
Mientras llegue este momento crítico de ruptura debemos aportar nuestro granito de arena. Mucho se ha teorizado sobre la desobediencia civil y la lucha no violenta. Respeto todas las opiniones pero prudentemente recomiendo acciones específicas que realizadas colectivamente ahogan el régimen, como por ejemplo no pagar la cuota ni asistir a reuniones de las organizaciones políticas, sociales y de masas como los Comité de Defensa de la Revolución Cubana (CDR), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), Partido Comunista de Cuba (PCC), Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y tantas otras que existen. Igualmente sugiero con cualquier excusa no asistir a las numerosas marchas, concentraciones y mítines convocados regularmente por el régimen. No participar en las elecciones a los órganos del Poder Popular y en caso de hacerlo anular las boletas que no están marcadas como erróneamente cree la población. No asistir a las asambleas de rendición de cuentas del delegado de circunscripción del poder popular y en caso de asistir elevar planteamientos verdaderamente críticos sobre la pésima calidad de la infraestructura y los servicios ejercitando legalmente los derechos ciudadanos que como electores poseemos.
Incorporarse a proyectos cívicos libres de la tutela estatal y un largo etc. Pero lo nuevo de este escrito es aplicar el principio de la fractalidad como método de lucha no violenta para el caso de Cuba.