Así como el que no quiere la cosa, ya son 111 años. Una cifra preciosa. Tiempo más que suficiente para recordar que, un día como hoy, la República iniciaba su camino después de una dominación colonial española y estadounidense. El sueño de aquellos que se alzaron en armas en 1868 se convirtió en realidad. Los esfuerzos tardíos de la metrópoli por alcanzar un acuerdo que otorgase a la Isla el mismo estatus que a otras provincias no llegaron a buen puerto. A finales de siglo no había espacio para el diálogo, y el conflicto bélico estalló.
Esa es nuestra historia. Lo que nos une e identifica. Lo que nos hace sentirnos orgullosos de haber nacido allí aunque muchos hemos pasado la mayor parte de nuestra vida en el exterior. Llevamos a Cuba en el corazón, la recordamos al menos una vez al día y pensamos en ella igualmente en los momentos de dificultad. Esa es la definición de “ser cubano”, al menos así lo entendía Cabrera Infante, y en más de una ocasión me lo expresó claramente.
En estos 111 años, Cuba logró muchos éxitos. Y por supuesto, también fracasos. Los primeros años de existencia de la República fueron traumáticos, con alzamientos, revueltas, intervenciones de Estados Unidos, pero, mientras tanto, se fue construyendo una potente sociedad civil que respetó los intereses de los españoles que decidieron permanecer en la Isla tras la independencia, y fue capaz de recibir con gran generosidad a centenares de miles de peninsulares que decidieron desarrollar sus proyectos de vida en la Isla.
Ese gran proyecto de nación atravesó etapas difíciles, como el final de la danza de los millones y su secuela de crisis, desempleo y falta de oportunidades económicas tras la primera guerra mundial, pero a mediados de la década de los años 20, la nación volvía a recuperar su pujanza, solo detenida por el impacto de otra crisis internacional, la gran depresión, esta vez procedente del vecino del Norte a comienzos de los años 30.
Una vez más, aquella sociedad de emprendedores, de buenos trabajadores, de personas ahorradoras y esforzadas, volvió a sacar la nación adelante, y a mediados de la década, Cuba recuperaba su dinamismo anterior. Poco después, los años de la segunda guerra mundial dieron una nueva oportunidad de crecimiento, mientras que el sector azucarero se situaba como primer productor mundial, las finanzas se consolidaban de la mano de un gran proyecto nacional y la población experimentaba mejoras continuas en su nivel de vida.
Los años 50 presenciaron una etapa de esplendor, en el que se pusieron en marcha buena parte de las instituciones modernas de gobierno, se crearon mercados de futuros para la regulación de los precios del azúcar y arrancó un Banco central con amplias competencias en control monetario. Nada que envidiar a otros países del mundo. Cuba se situaba en 1958 a la vanguardia de América Latina y en términos de PIB per cápita y otros indicadores socioeconómicos, aventajaba a algunas naciones europeas golpeadas por los efectos de guerras y regímenes políticos dictatoriales que seguían enviando sus hijos a la Isla en busca de un futuro mejor.
Los cubanos a finales de los años 50 se habían situado en el cénit de su evolución histórica, y se preparaban para un gran salto adelante, que podría haber creado en la Isla una Suiza europea, con marcada estabilidad de precios, elevada riqueza y un próspero y sostenible nivel de vida. Las condiciones se estaban dando, y aunque seguían existiendo desequilibrios, nada hacía prever que en el curso de menos de una década, aquella pequeña Isla pudiera alcanzar el rango de primera potencia económica mundial con una sólida sociedad civil, bien estructurada y moderna.
Sin embargo, el destino nos tenía reservado un escenario distinto. Y hoy en 2013 nos podemos preguntar si toda la transformación producida en aquel curso de la historia, ha servido para algo. Si realmente, a diferencia de la continuidad histórica que se mantuvo durante las primeras cinco décadas de la República, aumentando su base social, estructurando sus instituciones y su sociedad civil, este régimen puede tener algún tipo de proyección a futuro.
Pienso que no. Que esta etapa será en términos de perspectiva histórica, un agujero negro del que pocas consecuencias se podrán obtener para explicar lo que pueda suceder a partir de su final, que como todo régimen no democrático, termina con el final de sus mandatarios.
Los cubanos que a finales de 1958 miraban hacia atrás en la fecha mágica de 1902 podían sentirse satisfechos, yo diría que muy satisfechos, de lo que habían alcanzado. Con ahorro, inversión, trabajo, esfuerzo, espíritu de empresa e iniciativa, se había construido una potente economía y una moderna sociedad civil, cuyo devenir hacia cotas más altas de prosperidad, era previsible.
Los cubanos que en 2013 miran hacia atrás, concretamente hasta 1958, no pueden estar satisfechos. Además, su gobierno les está conduciendo por una senda peligrosa hacia un modelo que, aparentemente, nada tiene que ver con las promesas de sociedad justa, de “hombre nuevo” y la demagogia de “seremos como el Che”. Lo único que podrán descubrir, con lástima, es una sociedad fracturada, más dividida que nunca, con más de dos millones de nacionales viviendo en el extranjero, donde se han visto obligados a rehacer sus vidas, y un régimen que les atosiga con mensajes que, en absoluto, pueden servir para construir una sociedad futura moderna e integradora.