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El cinco o lo que va de ayer a hoy

Hace 42 años los cubanos aprobaron en referéndum la traducción de la entonces constitución soviética. Eran los restantes de la diáspora cercana al millón y de los condenados en juicios sumarísimos sin garantías procesales: alrededor de 10 mil fusilamientos (menos de quinientos a “esbirros de Batista”) y prisioneros o ex prisioneros políticos (más de 250 mil).

Habían transcurrido 17 años con la “provisional” Ley Fundamental que otorgaba al consejo de ministros facultades legislativas, ejecutivas y judiciales con un Primer Ministro designando al resto, burlando así el prometido restablecimiento de la Constitución de 1940;  los medios de difusión ya convertidos en propagandistas; las direcciones de organizaciones sociales y  profesionales designadas por el gobierno y la omnipresencia del Gran Hermano entrenado y equipado por soviéticos.

Ese referéndum se efectuó sin observadores nacionales o internacionales, bajo un sistema no auditable –aun no lo es− y bajo la amenaza de exclusión de empleo en el sector estatal, −100% de la economía− de beca −100% de la matrícula− y otras presiones (sobre todo a homosexuales, religiosos o tibios políticamente) forzando la migración ilegal con la legislación en vigor.

En esa época los soviéticos cobraban con capital político y utilización de tropas cubanas equipadas, entrenadas y adoctrinadas por ellos al servicio de su geopolítica a cambio de logística para más de un millón de efectivos que aniquiló a opositores y créditos para reflotar una economía arruinada por la dilapidación del patrimonio estatizado.

Ahora los cubanos se encuentran ante una disyuntiva similar: ofensiva propagandística en los medios; presiones sociales, laborales, educativas; los sistemas de vigilancia activados al límite; represión sobre cualquier manifestación discrepante y sobre todo el peso del adoctrinamiento desde el nacimiento, con consignas ya negadas por la vida: no vale la pena ser como el Che pues sus ideas fracasaron y lo de pioneros por el comunismo no está ni en el proyecto de constitución.

Una ojeada a la estadística oficial del partido&gobierno muestra que Cuba perdió en seis décadas la totalidad de las flotas mercante y de pesca; las agroindustrias producen menos del 10%; el resto de las industrias prácticamente no existe; la ganadería vacuna ha perdido 5 millones de cabezas; la tierra se utiliza al 43% y la mitad ociosa está cubierta de marabú; la red de carretas y ferroviaria está en ruinas y se bajó de la vanguardia mundial a los últimos lugares en tecnologías de información y comunicaciones.

El peso cubano desde paridad con el dólar ha perdido totalmente su valor internacionalmente; desde 1960 el saldo comercial de bienes resulta cada años más negativo; la deuda externa −reconvertida− compromete la soberanía nacional e impide el desarrollo, algo increíble cuando hace sesenta años se contaba con reservas netas en el Banco Nacional y el gobierno se apoderó de todo, hasta herramientas manuales (“ofensiva revolucionaria”) y ahorro personal (cambio de moneda).

En la última década Cuba ha bajado del lugar 51º al 69º en el Índice de Desarrollo Humano por países publicado por Naciones Unidas −el 10º en América− por debajo de naciones que hace seis décadas superábamos ampliamente. El salto delante en este índice de los ex países socialistas y la permanencia en los últimos lugares de China (90º); Vietnam (115º) y Corea del Norte (177º) resulta argumento irrebatible contra el sistema.

En una decisión inédita y que debe valorarse con realismo, el partido &gobierno anuncia la posibilidad de participar en el proceso en torno a la nueva constitución a los cubanos residentes en el exterior. Este aparente cambio institucionaliza la participación hasta ahora de facto de la diáspora, facilitada por la obligada y tardía apertura a Internet del territorio cubano.

Para los compatriotas de fuera es de interés no solo abstracto sino de ventajas concretas el reconocimiento de sus derechos (a invertir, financiar inversiones de allegados, atraer capitales a ese efecto, participación política, entre otros) por tanto no solo deberían “abrir los ojos” a los cubanos de adentro con quienes mantengan contacto, sino también incorporarse a un #NO AL CINCO inocultable por masivo.

De ello depende la supervivencia de nuestra nacionalidad, amenazada por la migración y la entrega del País a intereses extranjeros pagando deudas contraídas irresponsablemente.

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